8/30/2007

Ya podemos dormir en paz

A todos los santiaguinos que no han podido conciliar el sueño los últimos meses, les comunico que ya no es necesario. El problema se ha acabado. La búsqueda ha concluido. Y con un final feliz, porque, sí, por fin ha aparecido Lupita, la elegante perrita (por no decir directamente perra, que suena muy feo) que estuvo desaparecida por Santiago durante casi tres semanas.



Sus dueños no sólo empapelaron la capital con fotos de la susodicha, sino que por alguna extraña conjunción de los astros o quién sabe qué lograron concitar el interés de la prensa de difusión nacional, y no sólo de aquella que no se caracteriza por entregar noticias de peso. Tuve que enterarme de que había sido encontrada a través del noticiero central de un canal que se jacta de tener un área de prensa seria y pluralista...

¿Tan poco pasará en este país y en el mundo en general como para que esta "noticia" reciba tal nivel de exposición? Es un poco insólito que haya tan poca cosa que decir como para que en la hora del día que se dedican a informar nos saturan con estupideces de este estilo. Que país...

¡Noticieros de media hora ya!

8/08/2007

Ser buen samaritano no paga

Nunca fui niño-scout, ni estuve cerca de serlo. No sólo porque no existiera en mi colegio serenense ningún movimiento del estilo, sino porque no podía llegar a interesarme esto de acampar, caminar en fila y cantar. Pero si algo tengo del espíritu scout es lo de las buenas acciones. Tu buena acción del día. Tampoco es que la vaya buscando ni cuente cuantas llevo, pero cuando se presenta la oportunidad igual la hago.
El caso es que ayer se me presentó una de estas oportunidades de ser un buen samaritano. Y el logro fue doble: han escuchado eso de que la ocasión hace al ladrón? Bueno, estuve en una situación en que podía ser ladrón, buen samaritano o peatón despreocupado de la suerte de los desconocidos.
Volvía yo de la universidad en el metro, y quería sacar plata para comprarme un sandwich en el Castaño para almorzar viendo Los Venegas. El cajero automático del metro estaba lleno, hay dos, pero uno estaba fuera de servicio en plena hora de almuerzo de las oficinas. Así que en vista de que bo había otro cajero cercano, me puse a hacer la larga cola, detrás de una señora que estuvo todo el tiempo con la cabeza metida en la cartera, buscando su tarjeta. La cosa es que cuando le tocaba a ella, todavía no la había encontrado, así que me dijo que pasara nomás, y se hizo a un lado.
Me acerco al cajero y leo la pantalla: ¿Desea impresión de comprobante? El señor de antes de la viejita había dejado su tarjeta puesta, exponiéndose así a un facílisimo robo, que yo mismo hubiera podido perpetuar con toda naturalidad. Sin embargo, de inmediato apreté "No", para que luego se me consultara si quería realizar otra operación. Pulsé "No" nuevamente y la tarjeta fue rápidamente expulsada. La saqué del cajero, y contraviniendo todos mis principios acerca de la dignidad, me puse a correr en la estación, buscando al legítimo dueño de la tarjeta. Como sabrán, creo que no hay nada que exprese un menor sentido de la dignidad propia que correr en la vía pública, sobre todo cuando se corre como yo lo hago... La cosa es que encontré al señor, y le devolví su tarjeta, ante su sorprendida mirada, seguida de un expresivo agradecimiento.
Habiendo cumplido el deber del buen samaritano, vuelvo al cajero. La viejita está haciendo sus trámites. Espero que la gente de la cola aplauda mi buena acción, pero soy absolutamente ignorado. Mi puesto de la fila... Olvidado. ¿No hubiera sido lo lógico que me guardaran el puesto? Pues no a su criterio. Al último lugar y esperar que me toque de nuevo...

8/01/2007