10/27/2007

Lo que tengo en la cabeza

Salieron ya mis exámenes de la cabeza. Me los entregaron con un informe sobre el estado de mi cerebro que incluía frases como "cisternas subaracnoídeas basales de configuración normal" o "no se observan alteraciones focales en el parénquima cerebral"... Felizmente, el diagnóstico final estaba en español: "(...) cerebro sin hallazgos patológicos". Todo bien entonces.


Ahora que sé que todo está bien, me pregunto, ¿y qué hago yo ahora con dos enormes hojas llenas de fotos de mi cerebro por capas? Considerando que además están impresas en papel fotográfico, se pueden hacer muchas cosas, como ya me han sugerido:

- Que se convierta en la carátula del próximo disco de Plan Básico.

- Crear una obra de arte a partir de las fotos para ponerla en mi pared vacía.

- Recortar cada cerebro y anillarlo para poder ir pasándolas rápidamente, con lo que tendría un "cerebro animado".

- Guardarlas en la bodega.

- Mostrárselas al médico que me encargó el examen.

10/15/2007

¿Qué viene primero?

Hoy estuve cocinando todo el día. Fui contratado para una comida que acaba de celebrarse, y acepté gustoso la pega porque cocinar es de mi agrado, pero sobre todo porque entre el parte, la revisión técnica y lo que cueste el arreglo para pasarla, a fin de mes hubiera tenido que fumar té y olvidar lo que significa almuerzo en la universidad si no hubiera aceptado.

Por enésima vez en este año, porque en mi casa cuando algo gusta se repite hasta que te parece intragable, tuve que cocinar la receta de risotto de champiñones que alguna vez encontré en una página de cocina de nombre igual al de una ex-Primera Dama de la República, pero adaptada en una versión libre de mi creación. Lo único que queda de la original es las tazas de caldo que hay que poner por cada taza de arroz, porque aunque la he hecho un montón de veces, soy incapaz de retener ese dato...

Los comensales eran ocho, más los no invitados a la comida, pero que viven en la casa (o sea mis hermanos y yo), sumaban un total de once personas. Nunca había hecho la receta para tanta gente. Además, como las medidas de caldo de la receta son en base a cuatro personas, para facilitarme la vida calculé pensando en doce personas, que ponerme a multiplicar todo por 2,75 me pareció demasiado agotador.
En las horas previas a la comida llamó una invitada para anunciar que no llegaba. Todos los demás llegaron, incluyendo a uno recién operado que no podía comer nada, y otra que no comió nada por motivos desconocidos. De los no invitados, una postuló que prefería fumar mucho y comer poco, y yo mismo fui incapaz de comer nada después de procesar alimentos todo el día, con lo que en resumen, en esta casa tendremos risotto para comer hasta Navidad.

Y así fue más o menos con todo lo que había. Todos los tupper (o táper, quien sabe) existentes en la casa estaban usados, así que tuve que empezar a pensar cómo organizar las cosas para que entrara todo en el refrigerador, que a mí no me gusta botar la comida, y menos si llevo todo el día preparándola. Tratando de encajar todo como si fuera un Tetris, encontré en el refrigerador un tupper con espacio mal aprovechado, sólo había un pedazo de pollo que había usado para hacer el caldo. Habían sobrado unos huevitos duros, y pensé que lo lógico era dejar los huevos junto a la gallina, aunque esto fuera un pollo y los huevos de codorniz.
Y así volvió a mi mente esa pregunta que ha acompañado a la humanidad desde sus inicios: ¿Qué viene primero, el huevo o la gallina? Yo soy de la opinión de que el principio está en el huevo, no podría fundamentar por qué, pero me suena más razonable.
Lo que sí es más interesante es qúe va a desaparecer primero del refrigerador, porque aquí la respuesta cambia. Seguro que alguien se come el pollo, no se ve muy apetitoso, pero es que después de hervir dos horas junto a un montón de verduras, más otras horas más congelándose solo en el refrigerador, nada se debe ver muy bonito.

10/09/2007

Desenfocado

En el último mes me han pasado puras cosas raras, que ahora que me he puesto a reflexionar, son un claro indicativo de que mi estilo de vida me va a volver loco pronto. Mi salud mental y física y hasta cívica se ven en constante peligro por situaciones absurdas, pero que me han hecho pensar que el desastre personal tiene que acabar. ¡Pero ya!

1. En las últimas semanas he tenido tres caídas escandalosas en lugares públicos. La primera de ellas en una botillería, en plenas vísperas del 18, cuando entré corriendo porque se me había olvidado comprar una bebida cola que me habían solicitado. Me fui a piso al tropezarme con un escalón, aterrizando en el suelo sobre mi brazo izquierdo estirado, ante las risas de la múltiple concurrencia del local. La segunda de ellas, este fin de semana, bajando por una escalera en la Enoteca, donde se celebraba una fiesta de aniversario de una radio. Bajando para acceder a los baños químicos que se habían ubicado en las afueras del recinto, me resbalo para deslizarme sentado por unos cuantos peldaños, tratando de afirmarme con la mano izquierda de la baranda. Tras recuperar el control, vi que el daño social había sido mínimo, sólo me vio una persona que no hizo ni amague de reírse, sin embargo mi mano y glúteo izquierdos aún delatan los entretelones de la caída. La última ayer mismo, en la entrada de San Joaquín. Nuevamente, un escalón mal calculado me envió a piso, entre las risas de las hordas de estudiantes que a esa hora hacían su ingreso al campus.

2. Hace dos semanas fui evacuado del Metro de Santiago, por problemas técnicos no especificados. No es culpa mía, claro está, salvo por el detalle que la jornada universitaria empezaba a las 10 de la mañana, y yo recién a las 12 salía de mi casa, para llegar a rendir una prueba a las 13:30. Tras entregarme mi ticket de evacuación (segundo que poseo en mi vida santiaguina) tuve que ingeniármelas para llegar a destino, lo que no logré hacer más que caminando hasta Irarrázaval, donde recién una micro se dignó a parar para acercarme a la universidad. Demás está decir que ese día estaba sin plata ni tarjetas ni nada, por lo que el nivel de estrés no fue menor.

3. Pocos días después fui multado por la Municipalidad de Vitacura, al estacionarme en "lugar prohibido y señalizado", pasadas las doce de la noche de un día miércoles en una calle de poco tránsito... ¿No serán las puras ganas de molestar a los ciudadanos? Lo peor de todo es que la multa consistía en una lámina autoadhesiva que seguramente rellenó un vecino amargado de la zona, y de la cual no existía ninguna constancia en la Municipalidad misma, con lo que pagué con la duda de si alguien se hubiera dado cuenta si no hubiera pagado nunca...

4. El mes de septiembre se venció la revisión técnica del auto. Quien sabe hasta cuando alargue el proceso de ir a renovarla. Pero si unimos esto a que constantemente se me pierden los anteojos, cualquier día de estos me vuelven a multar por andar son documentación mínima ni anteojos.

5. Hace un mes empecé a sentir dolor de cabeza en un punto específico del cráneo. Lógicamente lo dejé pasar, pero la persistencia me llevó a pedir hora con un médico, que no me citó hasta el 18 de octubre. Hasta que mi preocupada madre citó a la casa al médico amigo de la familia, que me dijo que estaba con un cuadro de tensión, por lo que me recetó un mes de cura de sueño, el que sería facilitado con la ingesta diaria del genérico Clonazepam. Irónicamente, creo que hace mucho tiempo que no estaba tan poco tensionado, otro indicador del desastre en que me estoy convirtiendo, que soy el único que no se da cuenta que estoy tensionado (o debería estarlo). El problema es que en vez de dormirme temprano con esto, me duermo a la misma hora, pero amanezco muerto de sueño, incapaz de levantarme.

6. Me engrupieron para sacar una cuenta corriente, con tarjeta de crédito incluida. O sea, me estoy endeudando en cuotas, y estoy obsesionado con la cartola que puedo ver por Internet, donde encuentro unos cobros que no tengo idea que son. Uno de ellos, 12 lucas cobradas por Makondo Ltda, que acabo de descubrir es una empresa de fletes de Estación Central. ¿Cuándo hice eso?

7. Me estoy enganchando a una telenovela sobre un hombre al que por magia negra convierten en mujer. Nada que decir...

8. La ingesta de bebidas alcohólicas ha provocado que me ponga más catete de lo que mis amigos pueden soportar. Repetitivo, gritón y desubicado. Que vergüenza...

No sigo porque me voy a deprimir. Podría seguir enumerando, pero la cosa ya es clara: un cambio de enfoque no me vendría mal. Habrá que ver como sigue la cosa.