6/30/2007

La belleza

Me acaba de pasar algo triste. Pero, sorprendentemente, he logrado convertirlo en una fuente de orgullo.
Me explico. Estaba yo sentado frente al computador, haciendo nada, mientras la tarde afuera estaba en su máximo esplendor. El tibio sol de invierno, el azul del alto cielo mezclándose con el gris en degradé, la tranquilidad de un sábado de junio en la tarde. Y me dije a mí mismo, esto no puede seguir así. Así que agarré el libro que estoy leyendo y me dirigí a mi esquina favorita del barrio, Renato Sánchez con Gertrudis Echeñique, a terminármelo sentado en una banca. Así lo hice. La pena es que el peak del calorcito invernal ya había pasado, así que cuando me terminé el libro (fantástico, por lo demás), ya estaba casi oscuro y hacía bastante frío. Pero estaba feliz de haber dado un giro a mi apática tarde en casa.
Vuelvo raudo al hogar, y en el camino, empezando a notar como el frío me cala los huesos (culpa de lo desabrigado que salí, confiando en que se alargara el veranito de San Juan), escucho una conversación de dos señores de unos 60 años, que se despiden con un "Saludos a La Señora". La frase me queda dando vueltas, porque la encuentro lo más deprimente que puede existir, y en eso pienso mientras llego a casa y me preparo un café para paliar el frío.
Ya con café en mano, me dirijo a mi pieza, donde veo qué voy a hacer para seguir teniendo una tarde distinta, apegada a las cosas simples. Prendo la radio y pongo un CD de Suede, para levantar el espíritu, y mientras empieza a sonar "Beautiful Ones", me pongo a pensar qué podría hacer. Y se me prende la ampolleta: voy a documentar mi colección de vasitos, fotografiando cada uno de ellos. Saco la cámara de fotos, y empiezo a hacer las pruebas necesarias para ver qué flash es el indicado para lograr la foto ideal.
De pronto, la música para. Mi carreteado equipo de reproducción dice Error. Intento con otros cedés, pero no hay caso. Debería haberme dado cuenta del mal indicio. Enojado, pongo la radio, y prosigo con las fotos. Encontrado el flash ideal, uno a uno empiezo a sacar las vasos de la repisa, pero sólo llego al cuarto. Un vasito peruano, con una figura inca estampada en color plata. Un mal movimiento hace tambalear mi taza de café, y en mi ñurdez el vaso se me escapa de las manos, junto con chorros de café fluyendo fuera de la taza hacia el suelo. El resultado es el esperado: el vaso yace en el suelo, quebrado, sobre una fina capa de café. Estoy desolado.
En toda la historia de mi colección, que data del año '98, jamás se me había roto un vaso. Mi hermano Diego había roto uno, de hecho, el que inició la colección, pocos días después de que lo adquiriera. Sin embargo, eso le daba un toque mítico, el que lo inició todo era el primero en desaparecer. Pero en nueve años, con dos cambios de casa incluídos y uno de ciudad, no había ocurrido nada.
Consternado, admiro la escena en el suelo. Pero de repente, salta a mi cabeza la idea de la belleza. Así sin más, la belleza. Bastante tiene que ver con una etilizada conversación el día jueves, en que por horas discutimos sobre la estética y la belleza. También tiene que ver con que anoche me encontré con "Belleza Americana" en el cable, la cual por enésima vez me hipnotizó lo suficiente como para mantenerme despierto hasta altas horas de la madrugada. Así que, emulando al vecino que busca la belleza (no la estética) en cosas cotidianas, cambié el proyecto fotográfico por otro, obteniendo los resultados que a continuación se exponen. El vasito logrará trascender a través del arte, la belleza e Internet. Una maravilla.




6/16/2007

La cola del supermercado

Ayer recibí, a eso de las tres de la tarde, una llamada. Que buen inicio de historia, ¿verdad? Pero no tiene ninguna importancia, lamentablemente, sólo era para darle un toque de suspenso... La llamada era de mi madre, quien me solicitaba si por favor podía comprar dos botellas de jugo Watt's. Fue bastante específica en que tenían que ser de esos en botella y Watt's. Los sabores los dejó a mi criterio, no sin antes señalar que el de kiwi le parecía muy bueno.

La cosa es que yo no volvería al hogar hasta pasaditas las ocho, según mis cálculos, con lo que el jugo y yo íbamos a llegar atrasados a la misa/cena organizada para las siete. En todo caso, ni al jugo ni a mí nos molestaba llegar atrasados, sobre todo en consideración que la misa iba antes de la cena, con lo que seguí con las actividades programadas para la tarde.

Como era esperable, la meta de estar a las ocho en la casa se vio truncada cuando recién a las ocho y cuarto hacía yo mi ingreso al Líder de Tobalaba con Las Camelias, también conocido como el Líder de la tercera edad, en directa alusión a los octogenarios que gustan de pasear por los estrechos pasillos del supermercado a ritmo pausado, por decirlo respetuosamente, llenando sus carritos con salvado de trigo, caramelos de anís, y todos esos productos que suelen encontrarse sólo en los refrigeradores de los abuelos.

Me sorprendió a mi entrada el increíble cambio experimentado por el super. Al parecer, la señora Correa, gerenta/modelo de comerciales del Líder, notando los sentimientos hacia ese local específico, decidió modernizarlo con una nueva distribución, estantes más delgados, pintados de negro, pasillos más anchos, letreros negros con verde, y una serie de cambios estéticos que me parecieron ultra modernos. Mi felicidad viró en angustia cuando noté que ya casi nada estaba donde solía estar. O sea, el proceso de encontrar dónde habían puesto los jugos me llevó bastante más tiempo que el acostumbrado.

Una vez encontrado el pasillo, y localizados los jugos Watt's en botella, raudamente tomé uno de kiwi, para después quedarme unos minutos analizando qué otro sabor era el apropiado. Fui seleccionando más que nada por descarte. Los de durazno y damasco fueron rápidamente descartados, por espesos y dulzones. Piña, muy tropical para la estación. Frutilla, podía ser, pero después pensé que llevar un jugo rojo y uno verde era muy navideño, así que la estación tampoco era la apropiada. Así, me quedé con el tradicional jugo de naranja. Gran elección considerando que fue el único que llegó a tomarse por completo, quedando el de kiwi relegado a un segundo plano, siendo su actual destino el refrigerador. Tras la elección de jugos, me dirigí al pasillo del alcohol, dispuesto a comprar un regalo para un cumpleaños que se efectuaría esa noche. Grande fue mi sorpresa al comprobar que ese día tenían un 30% de descuento sobre todo el alcohol, salvo pisco y whisky, con lo que pude comprar una botella de vodka que me dejaría muy bien frente a la cumpleañera.

Feliz con el descubrimiento, me dirijo a las cajas, donde rapidamente me percato que la modernidad no ha llegado a ellas. Eternas colas me hacían presagiar una espera prolongada. Acomodé las tres botellas lo mejor que pude para evitar riesgos de que se me cayeran antes de pagar por ellas. Me instalé en una de las cajas express, para 15 productos o menos, y esperé mientras me llegaba el turno. De repente, desde mi bolsillo empieza a sonar la melodía "Sábanas Blancas, Cama Estrecha", de Mastretta, el único tono de mi celular desde hace unos años ya. Complicado, intento sacar el celular cuidando que las botellas estuvieran a salvo, lo que me lleva más tiempo del que normalmente me demoraría en sacar el celular del bollsillo. Era la Tere, contándome de ésto y aquéllo, preguntándome en dónde me encontraba y hacia dónde me dirigiría en el transcurso de la noche. Le cuento que estoy en la cola del supermercado, del evento en mi casa, y de la lata que me da llegar a la misa que ya se estaba celebrando en mi casa, pero que probablemente me perdería dado lo avanzada de la hora, para mi felicidad.

Cuando cuelgo unos segundos después, me percato de una situación un poco vergonzosa. Yo hablando de lo fome de la misa y demases, cuando una persona más adelante que yo en la cola van dos monjas... Evidentemente se percataron de la conversa, dado mi volumen cada vez que hablo por teléfono. Aunque en lugares públicos trato de pasar más desapercibido con el teléfono, es cosa de que me suene el celular para subir el tono unos decibeles más.

Trato de desentenderme de las monjas y hacerme el tonto, preocupándome de mis botellas, cuando noto que atrás mío alguien tararea una canción conocida. Y no cualquier canción, sino que la canción de mi celular... Y no digamos que sea la canción del verano ni mucho menos, como para que cualquiera la ande tarareando en la cola del supermercado. Espero a que se quede callado, pero el de atrás sigue pegado con la cancioncita. Sorprendido, me doy vuelta a ver quien será, demás que es un conocido tratando de llamar mi atención. Negativo. Un total desconocido, de unos cuarenta años, gordito con ropa de oficina. Ensimismado cantando las notas que probablemente se aprendió mientras sonaba mi celular. Muy extraño. Y en eso sigue mientras avanza la cola, pago y me voy, escuchándolo en su personal tarareo. Paro a comprar cigarros en la tabaquería, y al salir lo veo parado junto a la entrada, haciendo nada. Temeroso ante la presencia de un potecial sicópata, me largo rápidamente del lugar en dirección a mi casa, apurando el tranco para que mi atraso no sea tan notorio. A eso de las nueve hago mi ingreso, la misa ya finalizada y todos listos para comer.

De la comida en sí nada especial que destacar. Se acabó temprano, y me dirigí con el vodka al cumpleaños. Que era bastante lejos. Una vez ahí, intentando recordar cuál era la casa, llamo a la cumpleañera para que me refresque la memoria. No recibo contestación. Llamo a una amiga de la cumpleañera, quien entre risas me informa que el cumpleaños ha sido suspendido. Debo haber sido el único que nunca supo. Así que hubo que regresar, con la cola, y la botella de vodka, entre las piernas.

6/07/2007

Innovaciones

Los laberintos de internet son misteriosos. Nos llevan a conocer cosas que creíamos inexistentes. En el último tiempo habían sido personajes insólitos. Ahora tecnología pura.

Gracias a la revista electrónica Supernovapop, la cual imprimí para leer en el metro, me enteré de la existencia de Last.fm, un sitio musical bastante interesante, así que llegué ese día a mi casa, me hice socio, y me olvidé del tema. Días después, navegando en Super45 me encontré con un artículo sobre si eres mainstream o no, en el que se señalaba que alguien había diseñado un sistema para usuarios de Last.fm que buscaba la música que habías escuchado, la analizaba según una fórmula rara y te decía que tan mainstream eras. Entusiasmado seguí el vínculo, pero al ingresar mi nombre de usuario tiraba error: todavía no escuchaba música en el programita. Vuelvo a Last y averiguo como se escucha música, proceso al que llaman scrobbling, y tras un par de días escuchando música al ritmo de mi trabajo de Energías Sustentables, ya hay un avance sobre qué tan mainstream soy. Entretenido, verdad?

Pero lo más interesante es que vi que te generan una radio personal según las cosas que vas escuchando, y que además puedo introducirla libremente en el blogs, con lo que a su derecha podrán observar mi nueva y reluciente radio! Si les molesta, presionen off o equivalente en cualquier minuto. Me cargan las páginas con musiquita, pero siendo la propia todo se ve de forma distinta...