Ayer me dediqué a uno de mis pasatiempos más ñoños, pero predilectos, dentro de lo que se puede hacer un día fomingo en mi casa. Leer el diario. Me instalé después de almorzar con mi botella reciclada de agua mineral Vital (que hoy lamentablemente apareción en el basurero, y no he podido identificar al culpable), mi cajetilla de Belmont Light y mi encendedor verde, y por supuesto mis anteojos (que cada día estoy usando más) en la terraza del depto con todo El Mercurio del día domingo. Es que aunque El Mercurio alguna vez mintió, ahora está bastante entretenido. Sobre todo los domingos, con el Reportajes, la Revista del Domingo y esas cosas. Estuve toda la tarde informándome sobre el magro estado del mundo y de nuestro país, hasta la hora de comer.
Pero lo que más me sorprendio de todos los cuerpos y suplementos del diario, fue un folleto de una farmacia con nombre de calle. No lo analicé mucho, pero creo que jamás había visto que una farmacia imprimiera folletos publicitarios de ese estilo. No le di mayor importancia, hasta que me puse a pensar en la cantidad de farmacias que hay aquí en Santiago. Sólo pensando en mi barrio, la cosa es un poco absurda...
Y analizando más este hecho, empecé a preguntarme ¿por qué es que se da esto tan absurdo? ¿Existe tanta gente enferma como para tener tantas farmacias tan juntas? No veo el negocio.
Pero el folleto del diario me abrió los ojos. Empecé a analizarlo más detenidamente y la verdad es que la cosa es bien perversa. En la portada del catálogo figura una rucia bien estupenda, parecida a Helen Hunt (la rucia de la serie gringa de la parejita neoyorquina, que se rehizo en Chile con nefastos resultados), vestida sólo con una bufanda roja... ¿Qué promociona esto? Esta farmacia te protege contra el invierno. Que fuerte. Lo que hay que hacer para vender Tapsin. En todo caso, no se confundan, no es que me haya bajado el moralismo anti-piluchismo, pero los publicistas de hoy en día parece que fueron todos a la misma universidad, donde el único ramo que vieron fue "Usar gente en pelota para vender cualquier cosa" I, II, III y hasta terminar la carrera. Un poquito de creatividad, por favor!
Ya por dentro, el catálogo promociona sus productos y ofertas como si comprar Nastizol, Omeprazol y Trioval fuera tan lógico y común como comprar tallarines, lentejas y manzanas. Las promociones incluyen desde termómetros digitales por la compra de antibióticos, hasta aerocámaras por la compra de inhaladores, como si fuera absolutamente normal y atractivo tener niños asmáticos para andar poniéndoles estas máscaras inhaladoras. Foto al lado de un padre feliz con su hijo. Por lo menos están vestidos...
Pero sin duda, lo más revelador está en la última página, la contratapa. El nombre y logo han sido eliminados para protegerme de futuras acciones legales en mi contra por mal uso de imagen corporativa.
¡NO SE AUTOMEDIQUE! La letra chica, al costado derecho... He ahí el porque de la invasión farmacéutica: el santiaguino promedio se automedica. Y las farmacias, aunque lo desicentivan en su letra chica, felices nos venden remedios y demases que no necesitamos, con la excusa de la prevención del resfrío y otras del estilo... Es lo único que explica farmacias llenas a toda hora. Por eso somos tan neuróticos y perseguidos. Por eso tenemos los índices de suicidio de los países escandinavos, sin la mitad del frío que pasan allá.
Lo peor de todo es que me di cuenta que no me libro. Cada noche, antes de acostarme, me tomo una cápsula de propóleo, a ver si paso un invierno libre de gripes. Todavía no es Mayo y ya llevo una...